martes, 4 de marzo de 2014

La Inspiración para crear un mandala



Según la psicología, los mandalas representan al ser humano. Interactuar con ellos es un poderoso instrumento para sanar las fragmentaciones psíquicas y espirituales, ayuda a manifestar la creatividad y a reconectarnos con nuestro ser esencial. Crear mandalas e interactuar con ellos, ya sea a través de la meditación o con la simple observación, abre puertas hasta el momento desconocidas, dejando que brote de forma libre y natural la sabiduría interior.


Psicológicamente la forma en que se dibuja y/o pinta un mandala tiene un simbolismo específico. Así, cuando se comienza desde el centro hacia fuera se hace presente una exteriorización de las emociones mientras que, de afuera hacia dentro, es la búsqueda del propio centro y la asimilación del conocimiento, la que se hace presente.

La creación de mandalas es una meditación activa que nos conecta con nuestra propia esencia, permitiéndonos expandir la conciencia y mejorar la comunicación con el mundo. Su minucioso trabajo desarrolla la paciencia y la constancia de una manera progresiva y segura, despertando los sentidos, mostrándonos aspectos propios hasta el momento desconocidos… a medida que se avanza en la creación o meditación sobre un mandala, se comienza a escuchar la voz de nuestra intuición, desarrollamos de esta forma, la capacidad de curarnos física y psíquicamente, desarrollamos la auto aceptación y la auto observación de una manera natural e intuitiva.

Quien realiza o medita sobre un mandala, emprende un viaje en el cual descubre que cada parte del mandala forma parte de un todo, que cada parte del universo forma parte de uno mismo, descubriendo de esta forma una integración, un equilibrio unificador.

La inspiración para crear un mandala

Se habla de inspiración como una cualidad que surge, en ocasiones, de forma espontánea, pero que también puede ser preparada previamente. Así, el artista, para inspirarse, busca estímulos lo suficientemente variados e importantes como para impactar a sus sentidos.

En la creación de un mandala, la inspiración más certera es la que brota de nuestro propio interior. Unos minutos de contemplación, meditación, calma, un ambiente tranquilo y cómodo son más que suficientes… con la práctica y el entendimiento de que todos, absolutamente todos poseemos talento, se asume la innecesidad de altares sofisticados y herramientas mágicas para comprender que las diferentes realidades de todos los días, son también una expresión divina, hallando en cada una de ellas, la esencia misma de cada uno de nosotros.

Descubriendo un grado de integración con el “todo”, impulsados en dirección a esa totalidad… descubrimos el aspecto divino o elevado de todo lo que nos rodea… el artista deja incubar en su subconsciente estos elementos dejando surgir la posibilidad de plasmar la belleza en un trabajo artístico o plástico.

Todo lo que hacemos en nuestra vida a nivel físico y concreto, tiene sus repercusiones en planos más sutiles y elevados, y viceversa. Así la creación de un mandala es un simple dibujo para el ojo racional, mientras que para lo sutil, para la intuición, es un mapa que traza el camino a seguir hacia el auto conocimiento profundo, entendiendo incluso, aspectos imposibles de poner en palabras.

La creación de un mandala, es un ida y vuelta entre lo sutil y lo concreto. La inspiración que nos impulsa a su creación, impulsará nuestras actividades y estará viva en todo lo que se constrsuya.

La meta se alcanza con cada mandala terminado, que paradójicamente, simboliza el comienzo de un camino. Se alcanza entonces un grado elevado de conciencia, en donde todos los seres y todo lo que nos rodea, brillan con la magia de lo único, hallando en el universo la esencia de nuestra alma.

Fuente: http://hermandadblanca.org/los-mandalas

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